Un condenado a muerte por sodomía. El patíbulo en la Valencia del siglo XIX

enero 7, 2021
1 min read

En el siglo XIX se estableció el “garrote vil” como forma de ejecución a los reos condenados a muerte. Un patíbulo de quita y pon se instalaba en el antiguo cauce del río, entre los puentes de Serranos y de la Trinidad, en el muro-pretil recayente a la parte de la ciudad.

.

Allí tenían lugar las ejecuciones que, como si de un espectáculo público se tratara, eran anunciadas días antes para todo aquel que quisiera presenciarlas. La función pasaba a ser toda una diversión macabra ya que los espectadores se colmaban de morbosidad con comentarios acerca del tiempo de ejecución, de la cara postmortem del ajusticiadode los momentos previos a la ejecución… ¿Se desmayaría el reo? ¿Blasfemaría enloquecido como un endemoniado?

Un patíbulo de quita y pon se instalaba en el antiguo cauce del río, entre los puentes de Serranos y de la Trinidad

C.

Corría el año 1876 cuando se debía ejecutar al “Pelufo”, natural de Alzira, acusado por crimen y, sobre todo, de sodomía, práctica no bien vista por la Iglesia. En los momentos que estuvo “en capilla” le visitaron, según la costumbre, diversos Hermanos de la Caridad quienes tenían la misión de ayudarle en el bien morir y hacer que se arrepintiese de sus pecados. Le obsequiaron con una copita de Jerez. La lúgubre capilla se hallaba situada en el torreón del Águila, junto a las torres de Serranos.

Previamente los frailes de la Caridad habían recorrido la ciudad haciendo sonar unas campanillas que anunciaban la inminente ejecución y mostrando los cepillos recaudatorios decían: “para decir misas por el reo que van a ajusticiar”, repitiendo esta frase cabizbajos y a ritmo de campanilla.

…los frailes de la Caridad recorrían la ciudad haciendo sonar unas campanillas que anunciaban la inminente ejecución…

El día antes de al ejecución, a medianoche, comenzaron a levantar el patíbulo, un tosco tablado de madera con escalerillas. Arriba, en el centro, se había colocado el grueso palo que sostenía ese artilugio infernal popularmente llamado torniquete, el que tras unas vueltas de tuerca daba acceso al tornillo que se introducía en la nuca de los reos. Un espectáculo lamentable que hacía desencajar el rostro y sacar la lengua del ejecutado, casi siempre cubierto con una capucha negra.

El “Pelufo”, en esta ocasión, tuvo suerte. En el último momento, desde Madrid, vino el indulto, aunque no fue puesto en libertad ya que permaneció hasta su muerte en el presidio de San Agustín.

Aquel rústico tablado junto al río de cañas y ranas fue desmontado con el mismo ritual que se arranca una vida.

Nota: A.P.R.S.: Archivo Privado de Rafael Solaz

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Previous Story

El Ayuntamiento de València y la Asociación Cultural El Camino del Santo Grial firman convenio en Año Jubilar

Next Story

La imagen más antigua de los reyes magos en Valencia

Latest from Blog