La maternidad en la Edad Media era una experiencia difícil y peligrosa para las mujeres, sin importar su clase social. Los conocimientos médicos eran escasos y la mayoría de los partos se producían en casa, en un entorno nada estéril, lo que aumentaba el riesgo de infecciones y complicaciones. Además, las mujeres tenían que enfrentarse a la crianza y la educación de los niños sin ningún tipo de apoyo y, en muchos casos, tenían que trabajar para poder llevar comida a casa.
En la Edad Media, el acto de dar a luz era peligroso tanto para la madre como para el bebé. La mortalidad materna y infantil era muy alta, lo que hacía que el nacimiento de un niño fuera un momento de gran preocupación para la familia. La mayoría de mujeres daba a luz en casa con la ayuda de matronas y vecinas. Los médicos eran escasos y rara vez asistían a los partos. En muchos casos, los remedios utilizados por las matronas eran supersticiosos y no tenían ningún fundamento científico.
Las matronas eran un recurso indispensable para la comunidad, pero su situación era difícil. En Gran Bretaña, por ejemplo, no se les pagaba adecuadamente y siempre corrían el riesgo de ser acusadas de brujería. A pesar de ello, las mujeres seguían solicitando sus servicios, ya que las matronas poseían conocimientos sobre la salud y la medicina que habían pasado de generación en generación. En otros países europeos, como Francia y Países Bajos, ser matrona era una profesión respetable y recibían formación. Esto les daba legitimidad y les permitía recibir un salario más digno, aunque no ganaban tanto como los médicos.
En cuanto a los procedimientos utilizados por las matronas, algunos de ellos siguen siendo utilizados en la actualidad, mientras que otros han sido descartados por la medicina moderna. Por ejemplo, se creía que forzar el estornudo facilitaba el parto, ya que hacía que la fuerza y el espíritu de la mujer pasase al útero. También se recomendaba rodear a la parturienta con hierbas y especias como la menta o el hinojo, ya que se creía que el útero seguía los olores dulces y huía de los desagradables. Otro consejo era engrasar los muslos y las partes íntimas de la mujer con grasa de pollo y aceite de manzanilla tanto durante el parto como en las semanas previas, ya que se creía que esto ayudaba a lubricar y facilitar el parto.
Durante la Edad Media, la religión era uno de los pilares de la vida cotidiana y la maternidad no era una excepción. Las mujeres solían llevar amuletos y baratijas dedicados a varios santos para asegurarse de tener un embarazo seguro y un bebé sano. Algunas mujeres incluso llevaban una «faja de parto», que era un rollo de pergamino que contenía diferentes textos e imágenes religiosas de los santos a los que veneraban. La Virgen María, Santa Margarita y el dúo madre-hijo Julita y Quirico eran los santos más populares.
Una vez que el bebé nacía, la madre se retiraba a la cámara de parto, donde descansaba durante un mes y era atendida por otras mujeres. Era un espacio aislado donde la madre y el bebé podían recuperarse sin interrupciones, y donde la madre tenía tiempo para amamantar al bebé y crear un vínculo emocional con él. A menudo, las mujeres nobles tenían una nodriza que amamantaba a su bebé, mientras que las mujeres campesinas tenían que volver a trabajar rápidamente y podían dejar a su bebé con una nodriza mientras trabajaban en el campo.
En cuanto a la crianza de los bebés, los padres tenían que preocuparse por la alta tasa de mortalidad infantil en la Edad Media. Muchos bebés morían durante su primer año de vida, y los padres tenían que aceptar la posibilidad de que sus hijos no sobrevivieran. Además, las enfermedades eran comunes y a menudo mortales, y los bebés eran especialmente vulnerables a ellas.
A pesar de estos desafíos, los padres medievales se preocupaban por el bienestar de sus hijos y trataban de criarlos de la mejor manera posible. Las madres se encargaban de la mayoría de las tareas de cuidado, como amamantar, cambiar pañales y asegurarse de que el bebé estuviera cómodo y cálido. Los padres, por su parte, se preocupaban por la supervivencia y el futuro de sus hijos, y a menudo se aseguraban de que recibieran una educación.
Una de las cosas más importantes para los padres era asegurarse de que sus hijos tuvieran un futuro próspero. En el caso de las familias nobles, esto significaba asegurarse de que hubiera suficientes herederos para mantener el linaje y la riqueza de la familia. Las mujeres nobles estaban bajo una gran presión para engendrar hijos varones, ya que eran los únicos que podían heredar la fortuna y el título de la familia.
En cuanto a la educación de los niños, esta también variaba según la clase social. Los niños nobles recibían una educación formal, a menudo a cargo de un tutor privado, mientras que los niños campesinos tenían que aprender las habilidades necesarias para trabajar en el campo y ayudar en la casa. En general, la educación se consideraba más importante para los niños varones que para las niñas, aunque algunas mujeres nobles recibían educación y podían leer y escribir.
Continuando con la descripción de la vida de los bebés en la Edad Media:
- La silla de parto: Durante el parto, las mujeres solían utilizar sillas de parto, las cuales se creía que facilitaban el proceso gracias a la gravedad. Hoy en día, algunas culturas todavía las utilizan.
- La cámara de parto: Las mujeres pudientes se retiraban a una habitación llamada cámara de parto durante un mes antes de dar a luz. Allí, eran atendidas por otras mujeres y descansaban en una cama.
- Un hervidero de peligros y enfermedades: Aunque el niño sobreviviese al parto, las probabilidades de que muriera por infecciones eran altas debido a la falta de medicina moderna.
- Perder hijos era lo normal: La mayoría de padres solían enterrar a por lo menos un hijo durante su vida.
- Engendrar herederos: Las mujeres tenían la obligación de engendrar todos los herederos posibles para garantizar la supervivencia de la familia. En el caso de las mujeres nobles, la presión social era aún mayor.
- Las nodrizas: Tanto las mujeres nobles como las campesinas recurrían a las nodrizas para alimentar a sus bebés tras el parto.
- Mujeres trabajadoras: Las mujeres campesinas trabajaban con sus maridos o padres en granjas o negocios familiares, y también recurrían a las nodrizas para atender a sus bebés.
- Seleccionar una nodriza: Las mujeres que podían permitírselo eran muy selectivas a la hora de elegir una nodriza, ya que creían que el amamantamiento podía influir en las características del niño.
- ¡A envolver bebés!: Las madres envolvían a los bebés con firmeza para poder llevarlos consigo, pero también para asegurarse de que crecieran rectos.
- Cunas y cestos: Los bebés descansaban en cunas y cestos hechos de madera o mimbre.
- Peligro de incendio: Para mantener a los bebés calientes, se los colocaba cerca del fuego, lo que aumentaba el riesgo de quemaduras.
- Los peligros de dormir en familia: Aunque ya se conocían los riesgos de dormir con bebés, muchas madres los metían en la cama consigo para mantenerlos calientes durante la noche.
- Dulce peligro: En la Edad Media, se recomendaba dar miel a los bebés para que hablaran bien a una edad temprana, pero esto aumentaba el riesgo de botulismo.
En resumen, ser madre en la Edad Media era una tarea difícil y peligrosa. Las mujeres tenían que enfrentarse a un alto riesgo de mortalidad durante el parto y criar a los hijos sin ningún tipo de ayuda moderna. Sin embargo, los padres se preocupaban por el bienestar de sus hijos y trataban de criarlos de la mejor manera posible, y la educación era importante para asegurar el futuro próspero de la familia. A pesar de las dificultades, las madres medievales eran fuertes y valientes, y hacían todo lo posible para asegurarse de que sus hijos sobrevivieran y prosperaran.