Según los relatos bíblicos, la última cena de Jesús con sus discípulos fue una cena de Pascua judía, que se celebraba con un cordero asado, hierbas amargas y pan sin levadura. Jesús y sus discípulos habrían seguido esta tradición, pero en la cena se habrían añadido otros elementos significativos.
En los Evangelios, se menciona que Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciéndoles que era su cuerpo. También tomó una copa de vino, la bendijo y se la dio a sus discípulos diciéndoles que era su sangre, la sangre de la nueva alianza que se derrama por ellos. Estos actos se han interpretado como la institución de la Eucaristía, uno de los sacramentos más importantes del cristianismo.
Además del pan y el vino, se cree que en la cena se habrían servido otros alimentos, como hierbas amargas, que se comen como recordatorio de la amargura de la esclavitud en Egipto, y quizás otros platos tradicionales de la cena de Pascua judía, como un cordero asado y una salsa de manzana y nueces llamada haroset.
Es importante tener en cuenta que los relatos bíblicos no proporcionan detalles específicos sobre la comida que se sirvió en la última cena de Jesús, por lo que no se sabe con certeza lo que se comió exactamente. Además, las tradiciones culinarias y alimentarias de la época pueden haber variado según la región y el contexto social y cultural en el que se celebró la cena.
En cualquier caso, la última cena sigue siendo un momento significativo en la historia y la teología cristianas, y la Eucaristía sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la liturgia católica y otras denominaciones cristianas.