Otoño de 1410. El dominico Vicente Ferrer ya goza de una popularidad importante en Europa y en buena parte del territorio peninsular. Su conocido ‘don de gentes’ le ha llevado a recorrer diferentes localidades y pueblos de Valencia, Xàtiva y Genovés. Agullent, que en aquel entonces formaba parte de Ontinyent, supone un alto en el camino del fraile. Según cuenta la tradición oral, allí pernoctó una noche y predicó a los lugareños. Dicen, a pesar de no tener constancia escrita alguna, que fue tanta la gente que acudió a escucharlo que la iglesia no pudo dar cabida a toda la feligresía. De esta forma, el santo cambió el púlpito por el balcón de una de las casas de la plaza mayor del pueblo, iniciando su intervención con su tradicional “Bona gent!”.
Este hecho puntual marcaría la historia de Agullent y se recordaría con más viveza en el año 1600 cuando un nuevo brote de peste asoló la comarca. En agosto de aquel 1600, los jurados de la villa comunicaron al virrey la sospecha de que la peste había invadido la población y tomaron las medidas oportunas. La epidemia ya se había llevado la vida de 83 lugareños y había que actuar con celeridad.
Según se narra en el «Decreto del Miracle» escrito en 1658, el 4 de septiembre, el pueblo de Agullent se libró de la peste por la intercesión milagrosa de San Vicente Ferrer. Joan Solves, ermitaño que cuidaba el santuario de Sant Vicent Ferrer, oyó un rumor en la ermita y vio la figura de un fraile dominico arrodillado al pie del altar rezando ante el Cristo. La «llàntia» (lámpara) que colgaba del techo estaba sobresaliendo de aceite, con una luz muy flamante cuando, hasta ese momento, había estado seca. Joan comunicó el milagro a las autoridades y al párroco, y el milagro no tardó en conocerse en el pueblo. De aquella luz y de aquel aceite, todos recibieron curación. San Vicente, sin lugar a dudas, les había protegido frente a la peste.
Aunque no todos creyeron en el milagro. Andreu Calatayud mostró su incredulidad y se mofó de la fe de sus vecinos. Sin embargo, curioso por naturaleza, decidió comprobar por sí mismo el hecho milagroso. Al llegar a la ermita y ante la «llàntia», ésta cayó al suelo sin derramar ni una sola gota de aceite y sin apagarse. El vecino, desde entonces, creyó en el milagro y la intercesión del santo.
El 5 de septiembre, al hacerse de día, “se juntaron todos los que vivían en los campos y todo el pueblo subió a dicha ermita con solemne procesión y hisisieron una solemne fiesta en hasimiento de grasias», relata el decreto. A partir de ese momento, el pueblo reconocía la intervención celestial y aclamaba a Sant Vicent Ferrer como patrón.
‘Nit de les fogueretes’ En conmemoración del milagro, y desde el mismo año 1600, los vecinos de Agullent celebran la llamada ‘nit de les fogueretes’. Cada primer viernes de septiembre alrededor de la medianoche, se celebra la romería nocturna más antigua en tierras valencianas. Después de cenar, la gente de Agullent se reúne en la plaza Mayor para participar en esta procesión en conmemoración del ‘miracle de la llàntia’. Encienden sus farolillos confeccionados de manera artesanal y suben por el serpenteante camino hacia el parque de la Font Jordana. En el interior del templo se cantan los gozos, y los visitantes hacen cola para ungirse de la ‘llàntia’ del milagro en aquella parte del cuerpo para la que reclaman protección.
Ermita de San Vicente Ferrer Hay en Agullent dos ermitas dedicadas a san Vicente Ferrer, conocidas como ‘la vella’ y ‘la nova’. Ambas se encuentran próximas entre sí. La ermita nueva se empezó a edificar el 20 de octubre de 1745, sobre las ruinas de otra anterior que había sido destruida poco antes por un terremoto. El presbiterio tiene bóveda de cascarón y alberga un retablo barroco de madera dorada. En el cuerpo central, se encuentra la tabla sobre la que, se cuenta, durmió San Vicente en su estancia en Agullent, y a sus lados, pinturas de José Segrelles que representan el milagro de la lámpara. Allí también podemos encontrar la ‘llàntia’ del milagro. Se conservan también antiguos cuadros y piezas de imaginería, entre las que destaca el Cristo Crucificado policromado del siglo XV ante el que habría rezado San Vicente.
Por su parte, la ermita vieja está reconstruida sobre los cimientos de la original del siglo XV. Dentro, alberga una talla de san Vicente Ferrer.
Las fiestas de San Vicente Coincidiendo con el primer fin de semana después de Semana Santa, y por lo tanto con la conmemoración de la fiesta de San Vicente Ferrer, Agullent celebra sus singulares fiestas de Moros y Cristianos. A las tradicionales misas en honor del santo y las procesiones hay que reseñar el ‘combregar d’impedits’, símbolo de la ‘germanor’ festera, del espíritu solidario y de la fe.
Los festeros salen en procesión con las armas y las festeras portan bellos ramos de flores seguidos por el pueblo y las bandas de música que amenizan esta celebración religiosa. Todos acompañan al Santísimo con fervor por las calles del pueblo para hacer partícipes de la Eucaristía a los enfermos. Llevan, de esta manera, tanto la fiesta como la devoción a cada uno de los hogares de los
enfermos y personas impedidas que no pueden salir de sus casas para participar en las celebraciones. Esta tradición es un ejemplo de la importancia que la comunidad de Agullent otorga a la inclusión y el apoyo mutuo en momentos de celebración y devoción.
Además de las procesiones y actos religiosos, las fiestas de Moros y Cristianos en Agullent incluyen desfiles, representaciones teatrales y otros eventos culturales que enriquecen la experiencia de los visitantes y lugareños. Durante estos días, el pueblo se viste de color y alegría, y las calles se llenan de música y bailes tradicionales.
En resumen, la celebración de San Vicente Ferrer en Agullent es una mezcla de devoción religiosa, tradición y festividad popular que refleja la historia y el carácter del pueblo. Las leyendas y milagros atribuidos a San Vicente Ferrer se mantienen vivos a través de estas festividades, que no solo conservan el patrimonio cultural de la localidad sino que también fortalecen la identidad y cohesión de la comunidad.