Thomas Monaghan, fundador de Domino’s Pizza, dejó el mundo de la mozzarella para construir una ciudad en Florida con el propósito de salvar almas y promover valores católicos. Ave María, una comunidad diseñada con calles que parecen sacadas de un catecismo, busca convertirse en el paraíso en la Tierra, pero no faltan quienes creen que es un intento algo ambicioso de mezclar religión, pizzas y políticas pro familia.
Cuando el Pizzero te Salva el Alma
Imagina que un día vas a pedir una pizza de pepperoni, y al día siguiente te encuentras mudándote a una ciudad que promete llevarte al cielo. Pues esa es, más o menos, la historia de Thomas Monaghan, el fundador de Domino’s Pizza. Este hombre, que pasó de hacer pizzas a tiempo récord a ser un devoto católico con ínfulas de constructor de ciudades, ha logrado algo que ni siquiera el Papa Francisco ha intentado: crear una utopía religiosa en mitad del pantano de Florida. ¡Y no es una peli de Netflix!
De las Monjas al Volkswagen Escarabajo
La historia de Monaghan es de esas que harían llorar a un guionista de Hollywood. Nació en la pobreza, fue criado en un orfanato católico y, por alguna razón, en vez de resentirse con la vida, decidió que su misión era salvar almas. Pero antes de ponerse místico, se metió en el negocio de las pizzas. Compró, con su hermano, una pequeña pizzería por menos de 900 dólares y, poco a poco, transformó ese cuchitril llamado Dominick’s en el gigante que hoy todos conocemos como Domino’s. ¿Su primera inversión? Un Volkswagen escarabajo. Porque si vas a cambiar el mundo, mejor empieza con un coche icónico, ¿no?
Monaghan, como todo empresario que se respeta, se dedicó a expandir su negocio con la misma intensidad con la que el padre de tu parroquia reparte hostias los domingos. Para 1983 ya tenía 1,100 sucursales. Pero, claro, llegó un punto en el que se dio cuenta de que hacer pizzas no lo llevaría al cielo… a menos que inventara una que diera indulgencias plenarias, cosa que, hasta donde sabemos, todavía no existe.
La Iluminación Vino con C.S. Lewis (Y no con un Queso Cheddar)
El momento de revelación de Monaghan no vino ni con una pizza cuatro quesos ni con un calzone celestial. No, fue un libro: Mero cristianismo, de C.S. Lewis. Resulta que esta obra es más poderosa que cualquier topping de piña (sí, piña, ya sabemos que es polémico), y le hizo replantearse su vida. ¿Qué hacía él ganando millones cuando podría estar haciendo el bien, construyendo iglesias y quizás una ciudad entera dedicada a los valores católicos? Pues eso mismo pensó, y así nació Ave María.
Así que, ni corto ni perezoso, vendió su imperio pizzero en 1998 por nada menos que mil millones de dólares. ¡Mil millones! Con ese dinero, algunos se habrían comprado una isla y se habrían dado la gran vida, pero Monaghan decidió fundar una ciudad y hacer votos de pobreza. Porque si vas a ir al cielo, mejor hacerlo a lo grande.
Bienvenido a Ave María: Donde las Pizzas Están Benditas (Bueno, Casi)
Y así llegamos al presente, a Ave María. No, no es la canción de Schubert, aunque igual podrías escucharla de fondo mientras paseas por sus calles. Esta ciudad, situada en mitad de la nada de Florida, fue diseñada para ser un ejemplo vivo de la Doctrina Social de la Iglesia. Las calles tienen nombres de santos, y en el centro, en lugar de una plaza con fuente y palomas, hay una enorme iglesia que parece un centro comercial celestial. Y no faltan las instalaciones necesarias para que esta ciudad funcione: dentistas, una biblioteca, tiendas de ropa, y hasta un laboratorio de investigación. Porque si vas a salvar almas, ¡hazlo con estilo!
Monaghan puso más de 250 millones de dólares en el proyecto. Porque, claro, las ciudades no se construyen solas. Los que vivan aquí pueden disfrutar de misas diarias, adoración perpetua y una programación completa de formación religiosa. Todo mientras están rodeados de estatuas de santos y cruces que te recuerdan que, bueno, quizás deberías ir confesarte de vez en cuando.
¿Una Ciudad Religiosa en Pleno Siglo XXI?
Pero claro, no todos ven a Ave María como el paraíso en la Tierra. Los críticos, siempre al acecho, señalan que este proyecto huele a una mezcla de control religioso y político, como si fuera una especie de Vaticano 2.0 con mucho más sol y menos colas para ver al Papa. Y Monaghan, lejos de asustarse ante las críticas, simplemente responde que su único objetivo es «llevar al mayor número posible de personas al cielo». Fácil, ¿no?
Además de la ciudad, Monaghan fundó la Universidad Ave María, un campus donde los estudiantes reciben una educación alineada con los principios católicos. Nada de fiestas salvajes ni fraternidades descontroladas; aquí los jóvenes se preparan para, literalmente, alcanzar la gloria. ¿Quién necesita un MBA cuando puedes tener un título en salvación eterna?
El Futuro de Ave María: ¿Un Éxito Celestial o un Fracaso Terrenal?
Aunque Ave María tiene sus detractores, la ciudad sigue adelante. Gente de todo tipo se está mudando a este paraíso de calles santificadas, lo que ha convertido a la ciudad en un imán no solo para católicos, sino también para inversores. Porque claro, en tiempos de crisis, hasta las utopías religiosas se vuelven atractivas. ¿Quién no querría vivir en un lugar donde el pan, literalmente, puede convertirse en cuerpo de Cristo?
Lo cierto es que Ave María está funcionando, y cada día crece un poco más. La visión de Monaghan, que empezó con una pizza y terminó con una ciudad, sigue edificándose ladrillo a ladrillo en el caluroso pantano de Florida. Pero la gran pregunta es: ¿realmente puede funcionar una ciudad construida en torno a la religión en pleno siglo XXI? O, ¿terminará siendo solo una curiosidad más en la lista de proyectos extravagantes de multimillonarios?
Pregunta para el lector:
¿Te mudarías a una ciudad donde las pizzas están bendecidas y las calles tienen nombre de santos? ¿O prefieres tu pepperoni con un toque más mundano? ¡Déjanos tu opinión!