La expresión “echarle el muerto a otro” o “cargar el muerto” tiene un origen bastante curioso que se remonta a la Edad Media. Hoy en día, la usamos para referirnos a situaciones en las que alguien le pasa una culpa o responsabilidad a otra persona que no tiene nada que ver con el asunto. Es el típico “yo no fui, fue él”.
El origen de esta frase, sin embargo, tiene raíces mucho más literales y macabras. En tiempos antiguos, cuando alguien aparecía muerto y no se conocía al responsable, se solía organizar una especie de juicio público en la comunidad. La costumbre era “cargar el muerto” a la persona que el pueblo señalaba como sospechosa o culpable, obligándola a hacerse responsable del crimen o del entierro del difunto. Este acto simbolizaba la transferencia literal de la culpa, ya que al cargar el cadáver, la persona asumía simbólicamente la responsabilidad del fallecimiento.
El proceso no siempre estaba basado en pruebas contundentes, sino en la percepción colectiva, lo que convertía esta práctica en una herramienta de manipulación social y, en muchos casos, una forma injusta de repartir responsabilidades.
Con el tiempo, la frase evolucionó hasta adquirir el sentido figurado que conocemos hoy, y ha sobrevivido como una forma popular de referirse a la acción de culpar a alguien inocente o ajeno a los hechos. Una expresión que puede parecer cómica o exagerada en la actualidad, pero cuyo trasfondo revela una realidad mucho más oscura y arbitraria en el pasado.
¿Te imaginas si hoy en día aplicáramos esa costumbre? ¡Sería un caos total en las oficinas y familias!