A través de una pieza exceptional del románico aragonés. Narraremos el martirio de San Vicente. El Frontal cuenta con 12 escenas, dispuestas en tres hileras. Con tamaño de 1,57 x 0,90 m y está pintado al temple sobre pergamino previamente pegado sobre la tabla. Es de factura románica, perteneciente al tercer cuarto del siglo XIII. Las escenas tienen fondos de coloración fija en ocre, sin perspectiva y con acentuada rigidez compositiva.
El Frontal de San Vicente de Liesa pertenece desde los años 70 a la Diputación Provincial de Huesca y está expuesto en las dependencias de la misma. Una copia realizada en el taller de restauración de Domigo Subías puede contemplarse en Liesa.
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San Vicente es un santo fundamental en el santoral y devocionario oscense, lo cual no debe extrañarnos ya que la tradición y la crónica hagiográfica indican expresamente el origen oscense del santo. Pero la fama del santo era proverbial y generalizada en la Europa medieval; hay que tener en cuenta que el propio San Agustín de Hipona glosó su martirio y tenía al santo como figura paradigmática del cristiano.
El martirio tuvo lugar en los primeros años del siglo IV, tras el edicto de Diocleciano en el que se recurría a una nueva persecución del cristianismo, que en algunas provincias como Hispania estaba ya muy cuajado. Al contrario que en la representación del martirio de Santa Catalina, en éste las diferentes escenas concuerdan con bastante exactitud con la Leyenda Dorada y con las Actas de los Mártires.
Historia de San Vicente Martir patrón de Valencia en vídeo
La policía imperial detiene al obispo San Valero y a su diácono Vicente, seguramente en Zaragoza. La acusación solía ser la de impiedad, es decir el culto a falsos dioses, y desobediencia al Emperador.
En Valencia se realiza el interrogatorio del obispo Valero por parte del prefecto Daciano, desplazado a la Tarraconense con objeto de contener la expansión cristiana. Pero ante la escasa facilidad de palabra del obispo Valero, su diácono Vicente lleva el peso de las respuestas y lejos de retractarse de su fe se afirma contundentemente en ella ante el prefecto.
La osadía de Vicente hace que sean encarcelados a la espera de la continuidad en los interrogatorios. No obstante parece ser que el obispo Valero será enviado al exilio, mientras que a Vicente se le reserva el martirio sin paliativos.
En la tarea de «ablandamiento» del mártir, se le aplica una sesión de latigazos, aunque en la leyenda oficial esta escena debería ser la 5ª, y la del potro la 4ª. Cuenta Santiago de la Voragine en la Leyenda Dorada que el Santo recibió todos los tormentos con impasibilidad, lo cual enfureció hasta tal punto a Daciano, que él mismo se puso a fustigar a los verdugos para que incrementaran el castigo.
San Vicente es sometido en el potro o ecúleo al tormento de descoyuntar sus miembros. Este era, normalmente el primero de los tormentos a los que eran sometidos los reos, en este caso es el segundo.
Cuenta la Leyenda Dorada que San Vicente sufrió un martirio similar a San Lorenzo (en lo que parece rasgo distintivo de los santos oscenses) consistente en ser colocado en un parrilla sobre un vivo fuego, mientras se le aplican tormentos suplementarios como el esparcir sal sobre su cuerpo o rasgarle sus carnes con herramientas incandescentes. Como podemos apreciar Vicente es reconfortado desde el Cielo y, a pesar de la dureza de tormento, no morirá. Ante el hecho, Daciano decide cambiar de estrategia y manda encarcelarlo en una lóbrega celda inmovilizando sus pies con el cepo de madera.
La celda no solo no consigue quebrar la entereza del Santo sino que incluso parece mejorar su estado. Daciano, en un último esfuerzo, concibe la estrategia de agasajarlo y cuidarlo hasta que Vicente se acostumbre para, a continuación, reanudar la tortura. Por tanto lo hace depositar en una cómoda y rica cama y prodigarle los cuidados que necesite. Paradojas de la vida, el Santo, en lugar de sanar muere, cuando parecía todo a su favor.
Pletórico de rabia por su derrota, Daciano ordena que el cadáver sea expuesto en un descampado para que desaparezca esparcidos sus restos y devorados por las alimañas. Pero ángeles de Cielo velaron el cadáver para que tal cosa no ocurriera, incluso un cuervo cooperó en tal menester ahuyentando a aves de rapiña y fieras.
Conocedor Daciano de estos hechos ordenó que el cuerpo del Santo fuera atado a un bloque de piedra y arrojado al fondo del mar.
La Leyenda Dorada relata como, antes de que la nave que lo echó al agua, regresara a puerto, los restos de San Vicente eran empujados a la orilla y recogidos por una ilustre matrona y otros cristianos avisados sobrenaturalmente por el Santo.
La imagen que contemplamos en esta escena se correspondería con una prolongación medieval de la leyenda tradicional. Se puede apreciar el júbilo de la ciudad de Lisboa (Lisibona) ante la llegada de los restos del Santo, algo que debió ocurrir en plena Edad Media y fue consecuencia de la ocupación musulmana de la Hispania visigoda y en concreto de la ciudad de Valencia donde, al parecer, estaban depositados sus restos.
Entierro cristiano de San Vicente. El autor del Frontal parece querer asegurar este último rito tras la multitud de avatares que ha sufrido el cadáver del Santo.