La historia oculta de la reliquia de la túnica de Jesucristo en la Catedral de Valencia

abril 10, 2023
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La historia de la reliquia de la túnica sin costuras, supuestamente tejida por la Virgen, ha sido objeto de rivalidades entre ciudades y ha llegado a través de regalos y embajadas a la Corona de Aragón. En 1400, el emperador bizantino Manuel II Paleólogo envió una embajada a la corte del monarca catalano-aragonés Martín el Humano pidiendo ayuda contra los turcos y presentando algunos presentes, entre ellos la reliquia de la túnica y la esponja. Esta reliquia también fue ofrecida a la corte navarra de Carlos III, y llegó a la catedral de Mallorca en 1402. En el inventario de capilla de Martín el Humano de 1407 se registran los relicarios de su capilla, entre ellos el de la túnica. La descripción de la reliquia en los documentos se refiere a ella como una pieza de vestir, una gonella, y se indica que estaba encastada en un marco de oro decorado con cuarenta perlas grandes. Durante el siglo XVI, la reliquia se preservó casi intacta, aunque fue perdiendo algunas de las perlas que la decoraban. En el siglo XVII, la reliquia tuvo una nueva base y dos ángeles sostuvieron el marco cuadrado perlado con la reliquia de la túnica. La descripción de la reliquia a lo largo del tiempo se ha centrado en su formato, sus detalles decorativos y su color. La reliquia de la túnica sin costuras se conserva en la actualidad en la catedral de Valencia, aunque la peana de latón y sus portadores han desaparecido.

Foto Alberto Saiz.

a historia de la reliquia de la túnica sin costuras, según se cuenta, se remonta a la vestidura que había sido tejida por la Virgen María. Existían dos fragmentos de esta reliquia conservados en la localidad francesa de Argenteuil y en la alemana de Trier, ambas ciudades compitiendo entre sí para atraer más peregrinos.

En el caso de la Corona de Aragón, esta reliquia llegó gracias a la ayuda prestada en su momento por Martín el Humano al emperador bizantino Manuel II Paleólogo (1350-1425). En el año 1400, este último dignatario envía a la corte del monarca catalano-aragonés una embajada solicitando ayuda para hacer frente al hostigamiento turco. Traía consigo algunos presentes con los que adular al rey, entre ellos las reliquias de la esponja y de la túnica.

Antes del regalo del emperador a Martín I, su embajador Alejo de Verna había llegado con el mismo fin a la corte navarra de Carlos III (1361-1425), regalándoles un fragmento de Lignum Crucis. En la catedral de Mallorca se poseía una reliquia del mismo tipo llegada en 1402, acompañada de su auténtica. Era un regalo del emperador Manuel II Paleólogo a Benedicto XIII, con el mismo propósito que los anteriores: solicitar ayuda. Su embajador ya había visitado las cortes de Navarra, París y Barcelona. Aunque se conoce a quién iba dirigida la reliquia, su llegada a la Seu de Mallorca es incierta. Existen tres posibilidades: una de ellas es que el fragmento de la túnica fuera un regalo directo del pontífice; por otra parte, podría ser un regalo realizado a alguna dignidad del cabildo o bien se tratase de uno de los objetos que se trasladaron desde el castillo de Peñíscola a las islas.

La reliquia donada por el emperador bizantino aparece en los inventarios de la capilla de Martín el Humano de 1407. Tres años después, muerto ya éste, su segunda esposa Margarida de Prades ordena confeccionar un documento en el que se registran algunos objetos, entre ellos los relicarios de su capilla.

relicario a principios del siglo XX – 1916 – con el soporte que se le añadió al principio de este
último. Este se le quitó, en la Guerra Civil

En la descripción anterior aparece la reliquia de la túnica de Jesucristo de la que se ha podido saber que es la misma cuando se ha comparado con el texto del depósito de 1437, el referente a Alfonso el Magnánimo. Es muy posible que la palabra que lo definiera se transcribiera mal: «fembrie». Las similitudes se pueden observar en el fragmento posterior:

«Un troç de gonella de Jhesu Crist engastat tot al entorn dor e guarnit de perles les quals perles son quaranta groses de compte, lo qual sta dins una capsa petita plana (…)».

Se trata del mismo relicario que tres décadas antes había inventariado la esposa de Martín I. Coincide en la caja plana que lo guardaba y el número exacto de piedras que la decoraba. La palabra que planteaba esa duda era una mala interpretación y transcripción de

gonella. Era una pieza de vestir utilizada en la Edad Media por ambos sexos que cubría todo el cuerpo. La reliquia estaba en el interior de un marco de oro decorado con cuarenta perlas grandes o de compte. Se sobreentiende su formato por la caja que la contenía que era plana y de pequeñas dimensiones. En esta descripción no se hace mención de la base que lo sustentaba, es posible que no tuviese esta parte como sí la cita el documento de 1410: “altre reliquiari sens peu”. De la misma manera que la túnica se encontraba entre cristales y el marco dorado.

De este modo, la reliquia de la túnica de Jesucristo se preservó durante la mayor parte del siglo XVI, momento en el que va perdiendo algunas perlas que lo decoraban. Algunas de ellas se conservaban en la misma arqueta que la reliquia de María Magdalena. Fue a finales de esta centuria cuando se especifican algunos detalles del relicario, entre ellos la forma, “un reliquiari de or quadrat ab dos […]”.

En 1598, este relicario junto a otros conservados en la catedral aparece en una “Memoria de les reliquies que están en la sagristia encastades y sense peu. (…) Lo tros de la vestidura de Cristo que es de color morada que esta en un reliquiari quadrat amb vidres a les dos parts”. El único dato nuevo que se aporta es el color del tejido expuesto, morado. Los detalles del relicario se habían advertido en el inventario de 1595.

Con el siglo XVII llegaba una reforma que sobreviviría a la Guerra de la Independencia (1809-1813). Es en 1625 cuando la túnica tuvo una nueva base con la que sostenerse: “(…) Un reliquiari de or, quadrat ab dos vidres dins lo qual y ha un tros de la túnica de Jesucrist ab trenta-set perles redones alrededor y se han afegit tres perles que son per totes quaranta y se li ha fet un peu de argent sobredaurat ab dits angels. (…)”. Se restituyeron las perlas faltantes, se añadió una base de la que no se conoce su perfil sobre la que dos ángeles sostenían el marco cuadrado perlado con la reliquia de la túnica, una denominación que cambia en el año 1715 a “vestidura de Christo Redemptor”.

Simó Toledo (doc.1604-1647) cobró quince libras, diecinueve sueldos y un dinero el treinta de abril de 1620 por la confección de la nueva base. Recibió el pago por el oro que había utilizado y las horas de trabajo desempeñado. El canónigo de la Seu Melcior Esteve fue el encargado de proporcionarle un vidrio para el relicario por el que se pagó a Llorenç “botiguer en la Bolseria”, catorce sueldos. Simó era un platero de origen valenciano, examinándose para obtener su maestría en el Arte y Oficio de Plateros el 1605. Sus hijos, Vicent y Diego, también fueron plateros y continuaron trabajando en la catedral de Valencia. Simó, dentro de la cofradía, ocupó en dos ocasiones el cargo más alto, el de Clavario. En las fechas cercanas a la confección de la base del relicario, fue elegido Mayoral Primero de la Corporación. Trabajó para la ciudad y la Iglesia de San Martín, así como en algunas localidades de la provincia de Castellón, como Jérica y Vinaroz. De esta última población se conserva la cruz procesional que él mismo confeccionó.

Durante su periplo por las Islas Baleares, el relicario no se llegó a fundir, como se refleja en la descripción realizada en 1815, una vez que las piezas supervivientes habían llegado a Valencia: «Un relicario de plata sobredorada sostenido por dos ángeles, guarnecido de perlas con un pedazo de vestidura de NSJC, faltan las piedras de la peana».

El único desperfecto que presenta el relicario es la pérdida de algunas piedras preciosas de la base. La siguiente descripción es la que aportó Sanchis Sivera en 1909 con la publicación de su libro sobre la Catedral de Valencia. El autor recordaba cómo era el relicario anteriormente, con sus ángeles y demás decoración, sin embargo, se hallaba sobre una peana de latón y sus portadores habían desaparecido entre 1815 y 1909.

En la actualidad, el relicario se conserva tal y como lo describe el canónigo. No obstante, en una fotografía del Archivo Mas Amatller d’Art Hispànic, el relicario de la pinta aparece montado sobre el mismo astil y peana.

La Santa Túnica es una prenda que se cree que Jesús vestía antes de su crucifixión. Según la tradición, era una túnica interior tejida de una sola pieza de arriba abajo, sin costuras, lo que la convertía en una prenda muy valiosa en el contexto de la época. Los soldados romanos que crucificaron a Jesús se la rifaron en lugar de partirla, lo que llevó a la Iglesia Católica a dotarla de un simbolismo muy particular.

Existen tres ejemplares de la Santa Túnica que dicen ser la auténtica: la de Tréveris (Alemania), la de Argenteuil (Francia) y la de Mtskheta (Rusia). La Iglesia no se ha pronunciado acerca de la autenticidad de ninguna de ellas, pero admite su veneración como representaciones que ayudan a vivir devotamente la fe. La túnica de Tréveris se atribuye a Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, mientras que la de Argenteuil se cree que estuvo en Constantinopla y Jerusalén antes de llegar a Francia con Carlomagno. La de Mtskheta habría llegado a Georgia por medio de un súbdito georgiano que se hizo con ella en Jerusalén.

Las tres versiones de la Santa Túnica cuentan con tradiciones piadosas que las veneran, como peregrinaciones y milagros atribuidos a su intercesión. Cada una de ellas presenta características únicas, como la presencia de manchas de sangre en la túnica de Argenteuil que se asimilan a las de la Sábana Santa de Turín. Aunque la autenticidad de la Santa Túnica sigue siendo un misterio, su significado como símbolo de la unidad y vitalidad de la Iglesia sigue siendo muy valorado por los fieles.

La túnica de Jesús es una de las reliquias más importantes y enigmáticas de la cristiandad. Se trata de la prenda de vestir que Jesús llevaba en el momento de su crucifixión. Según la tradición, los soldados romanos que crucificaron a Jesús echaron a suertes la túnica, ya que no tenía costuras y no querían dividirla. La historia de la túnica se encuentra en el Evangelio de Juan (19:23-24).

A lo largo de la historia, ha habido varias afirmaciones sobre la ubicación de la túnica de Jesús, pero ninguna ha sido confirmada de manera concluyente. Una de las túnicas más famosas es la conocida como la «Túnica de Argenteuil», que se encuentra en la Basílica de Saint-Denys en Argenteuil, Francia. Se cree que fue un regalo de Carlomagno a la iglesia en el siglo IX.

Otra túnica, conocida como la «Túnica de Tréveris», se encuentra en la Catedral de Tréveris en Alemania. Según la leyenda, fue llevada desde Jerusalén por la madre del emperador Constantino, Santa Helena, en el siglo IV. Sin embargo, la datación de esta túnica mediante pruebas de radiocarbono sugiere que es de un periodo posterior, entre los siglos III y IV.

A pesar de las numerosas afirmaciones y leyendas, la autenticidad y ubicación de la verdadera túnica de Jesús siguen siendo un misterio. Además, no hay pruebas científicas o arqueológicas que respalden la autenticidad de ninguna de las túnicas existentes. Aún así, estas reliquias continúan atrayendo a miles de peregrinos y visitantes cada año que buscan conectarse con la historia de Jesucristo y su legado.

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