Como es tradición, Buñol se ha convertido en la capital mundial del tomate con una fiesta que tiene una gran repercusión internacional y supone importantes ingresos turísticos. En el último miércoles de agosto, la popular Tomatina ha tenido lugar, con 150.000 kilos de tomates y participantes de más de veinte países. Las calles se han teñido de rojo en el centro de la localidad.
Esta tradición, que se remonta a una batalla de tomates en 1945, ha sabido sacarle todo el jugo al atractivo turístico. Ya van 76 ediciones de esta fiesta, que durante unas horas hace que la población de Buñol se triplique.
Más de dos horas antes del inicio de esta batalla, la música ya se escuchaba en las calles del municipio, mientras la gente esperaba paseando y bailando, intentando agarrar un jamón en la parte alta de un poste enjabonado o tomando fuerzas con generosos desayunos.
La fiesta, cuyas imágenes dan la vuelta al mundo por televisión y redes sociales, ha comenzado con la lenta procesión de seis camiones cargados con 150 toneladas de tomates maduros y jugosos, ideales como munición en esta «batalla» campal, en la que todos luchan contra todos.
Son los mejores ingredientes para que el color rojo sea el gran protagonista de esta guerra. Aquí no hay bandos: todos contra todos en un campo de batalla que acaba convirtiéndose en una marea roja de fiesta y tomate, por supuesto. Una hora de lucha incesante en la que la diversión es la mejor de las victorias.
Mazón sube a uno de los camiones y el próximo año vendrá en bañador Quien también ha participado en la Tomatina ha sido el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, que no lo ha dudado y se ha subido a uno de los camiones que ha recorrido la zona antes de que, minutos después, se convirtiera en la guerra más grande de tomates.
Después, Mazón ha seguido desde el balcón del Ayuntamiento esta celebración con unos 20.000 participantes y en la que un helicóptero y más de 200 agentes de la Guardia Civil, además de otros cuerpos de seguridad, se han desplegado para vigilar y atender cualquier incidencia derivada de la aglomeración.
Mazón, que ha terminado salpicado «hasta la rodilla», ha asegurado que el próximo año irá en bañador y vivirá la fiesta desde la calle. También ha resaltado que «una gamberrada», así es como se gestó hace décadas, «se ha convertido en esta fiesta no solo para nosotros, sino para todos».
A su lado ha estado la alcaldesa de Buñol, Virgínia Sanz, que ha confirmado que ha habido 2.000 participantes más que el año pasado, de dieciocho nacionalidades diferentes, y que se trata de una fiesta «segura y divertida».
Miles de personas han llenado las calles de Buñol Un año más no han faltado las gafas de buceo, la mejor protección para los ojos contra el ácido de los tomates, en los miles de asistentes que ocupaban las calles. Este año se ha visto a muchos ciudadanos de la India movilizándose por una película de Bollywood, aunque también había de Estados Unidos, Australia o Japón, entre otras nacionalidades.
En un ambiente puramente veraniego, el agua que llegaba desde balcones y terrazas y desde puntos en la calle con mangueras y cubos era bien recibida por los participantes, que no dejaban de buscar a sus «víctimas» mientras aplastaban los tomates antes de lanzarlos para que estuvieran más blandos y no causaran daño.
Con el olor a tomate todavía en el ambiente y mientras la multitud iba desapareciendo, han comenzado las tareas de limpieza de fachadas y calles, que en pocos minutos ya lucían impolutas y desinfectadas.
Buñol ya espera con ganas una nueva edición en 2024 de una fiesta única en el mundo, que ha conquistado a medio planeta.