A poco mas de una hora de Valencia se encuentra esta fortaleza .
Apenas son unas líneas en rojo sobre la cal que cubría los muros del castillo. Pero aquellas simples imágenes resultaban cautivadoras. Unos dibujos esquemáticos hechos por alguien de manera casual, que el destino ha hecho que perduren al paso de los años.
El castillo de Alcalá de Xivert se trata de uno de los más bellos, y puede que más desconocidos, de la geografía del Maestrazgo. Entrar en el patio de armas y encontrar la estampa de los mantos blancos junto a sus monturas es sin duda una experiencia inolvidable. Eran las IV Jornadas templarías de Alcalá de Xivert y aquellos muros parecían revivir sus gloriosos días.
Los fantasmas del pasado parecían estar felices de volver a oír los cascos de los caballos. Los niños que se habían acercado al castillo, no podían cerrar los ojos, ni la boca, ante semejante espectáculo. El ideal de aquellos guerreros cabalgaba entre las almenas y los torreones.
Como decía la vieja frase “Hay más templarios hoy en día que en el siglo XII”. El tiempo había hecho acrecentar su leyenda y casi mitificar la figura de aquella hermandad del medievo.
Seguro que hoy, los vemos con mejores ojos que sus contemporáneos. Para quienes trabajasen a su servicio, entre los muros de la fortaleza, serían sus señores. Muchos pasarían horas y horas haciendo guardia, junto a aquellas paredes de piedra, por orden de aquellos monjes guerreros.
Una leve brisa me sacó de mis ensoñaciones. El vientecillo hacia golpear una lona azul contra aquellas paredes. Me pareció ver algo que se dejaba ver tras ella.
Mientras la recreación tocaba a su fin yo hacia mi particular viaje en el tiempo. Eran los grafititos espontáneos de alguien que se aburría. Tenían el valor de lo auténtico. No eran el encargo de un mural para adornar un palacio, casi era una caricatura de aquellos jinetes y sus monturas. Los largos periodos dentro de una pequeño habitáculo adherido a los muros de la fortaleza se habían hecho más cortos pintando aquellas figuras.
Un lugar que, seguramente, no pisarían los amos de aquella plaza fortificada. Apenas era el interior de una choza para los sirvientes y la tropa. Entre los trazos se puede apreciar un poco de miedo y respeto a los hombres que con yelmo y escudo decidían sobre la vida y la muerte de tantos. Ha pasado casi un año de aquel momento y aún lo recuerdo con los vellos de punta. Las autoridades ya lo han hecho público, tras la inversión y los estudios necesarios, seguro que sin hinchas ningún presupuesto. Más de 3 años desde su descubrimiento salen oficialmente a la luz. La tardanza habrá sido para ajustar al máximo los precios. La diputación de Castellón, a buen seguro, no habrá malversado el dinero de los sufridos contribuyentes.