Mera, el pueblo gallego que no necesita más ‘mesetarios’: Playa, pipas y cartas… pero sin madrileños, por favor

septiembre 17, 2024
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Por mis cojones, noticias con humor

Un pequeño pueblo gallego está ganando fama por su resistencia a los veraneantes, especialmente aquellos que vienen de Madrid. Aunque sus playas y microclima lo convierten en un destino ideal, los locales no parecen muy contentos con la invasión de turistas que les desbaratan la calma.

¡Ah, Mera! Ese rincón gallego donde se respira tranquilidad… bueno, al menos en invierno. Porque cuando llega el verano, las cosas se ponen tensas entre los locales y los veraneantes, especialmente si traen acento de la Meseta. Parece que, en este pintoresco pueblecito de la Ría de La Coruña, los madrileños tienen menos éxito que el atlántico en un día de calma. ¿Quién lo hubiera dicho? En la costa gallega, donde hasta las nubes vienen de vacaciones, parece que los turistas no siempre son bienvenidos.

El conflicto: ¿Turistas o invasores?

Todo comenzó con un bar local, Puerto Martina, que cerró temporalmente sus puertas en pleno agosto. Sí, en pleno verano, cuando más clientes hay y los negocios suelen funcionar mejor que los trenes en hora punta (bueno, al menos en teoría). La razón del cierre, según el dueño, fue el «desgaste» de atender a los veraneantes madrileños, a quienes cariñosamente (o no) denominó “tontos de la Meseta”. Nada personal, claro, solo que quizás hablar de tortilla sin cebolla o de fútbol con acento madrileño no es lo que los gallegos esperaban en su retiro vacacional.

Pero ojo, que esta enemistad no es cosa nueva. Según los locales, esta situación lleva años gestándose. «Aquí nunca hemos querido veraneantes, ni de Madrid ni de La Coruña», comentó un vecino de Mera con tono nostálgico, recordando aquellos tiempos donde el mayor ruido que escuchaban era el de las gaviotas (esas que no saben leer carteles de «prohibido alimentar aves»). Para muchos, el problema no es el turismo en sí, sino que Mera ha pasado de ser un pueblecito de pescadores a una especie de resort improvisado sin glamour, ni discotecas, ni postureo. Aquí, lo más salvaje que pasa es un campeonato de tute.

Un paraíso que no quiere ser descubierto

Mera, que se encuentra en el municipio de Oleiros, ha sido siempre un sitio donde no pasa nada… literalmente. Una iglesia, una farmacia, una pista de baloncesto y, por supuesto, la joya de la corona: su playa de medio kilómetro. ¿Discotecas? No, gracias. ¿Bares de moda? Tampoco. Aquí se viene a hacer lo que toda familia de bien espera: pasear, comer pipas y jugar a las cartas. Y, cómo no, a pelear por un trocito de arena para poner la sombrilla.

Es curioso, porque mientras los madrileños se esfuerzan por conseguir su sitio en la playa (y reservan su apartamento con un año de antelación, como si Mera fuese Benidorm), los locales suspiran por los días en los que la palabra «veraneante» era un mito lejano. Ahora, no solo tienen que soportar el bullicio de las familias forasteras, sino que también ven cómo los precios de los alquileres se disparan más rápido que un cohete de la NASA. Este año, algunos pisos alcanzaron la módica suma de 3000 euros en agosto. Sí, por un apartamento en un lugar donde lo más emocionante es esperar el atardecer.

Gelo, el alcalde rockero: ¿Un comunista pragmático?

Por si fuera poco, el alcalde de Mera, Ángel Seoane (Gelo, para los amigos), ha sido un personaje clave en esta peculiar situación. Músico de profesión, con un pasado como telonero de Julio Iglesias, Gelo dejó las luces de las orquestas para sumergirse en la política, fundando el partido ‘Alternativa dos Veciños’, que lleva gobernando la zona desde 2003. Sí, este hombre es una mezcla entre Che Guevara y Joaquín Sabina, con un toque de bar gallego de toda la vida.

Lo que nadie entiende es cómo Gelo, siendo un comunista de toda la vida, ha permitido que los precios de los alquileres suban más rápido que el IVA, sin tomar medidas drásticas. Pero, claro, la economía es la economía, y aunque el espíritu comunista sea fuerte, a veces el mercado lo es más. Mientras tanto, el hombre sigue sonriendo desde su despacho, encantado con el crecimiento urbanístico y el progreso (aunque tal vez eche de menos esos conciertos en la verbena de verano).

¿Qué sería de Mera sin madrileños?

La gran pregunta, la que flota en el aire como el aroma de una empanada de zamburiñas, es: ¿Qué sería de Mera sin los madrileños? Porque, aunque el amor no sea mutuo, lo cierto es que los veraneantes de la capital generan una buena parte de la riqueza del lugar. Llena el supermercado, llenos los bares, llenos los pisos de alquiler. Los madrileños, además, suelen tener una conexión emocional con Galicia (probablemente sus ancestros se perdieron en la niebla del Atlántico y decidieron quedarse).

Pero, ¿cómo sería Mera si no llegara esa invasión de «mesetarios» cada verano? Tal vez más tranquila, sí, pero también más vacía. Porque al final del día, incluso los gallegos más reticentes tienen que admitir que los turistas son una parte esencial de la economía local. Sin ellos, Puerto Martina probablemente no abriría nunca más, y el señor del supermercado tendría que venderle sus pipas a las gaviotas (aunque quién sabe si las comprarían).

El futuro de Mera: ¿Resistencia o aceptación?

La batalla entre locales y veraneantes sigue su curso, y nadie sabe exactamente cómo terminará. Algunos creen que, con el tiempo, los «merachos» tendrán que ceder y aceptar a los turistas como una parte inevitable de la vida moderna. Otros, en cambio, sueñan con el día en que los madrileños decidan irse a Benidorm o Marbella y dejen a Mera en paz.

¿Y tú, qué opinas? ¿Te sumarías al equipo de Gelo y sus «no madrileños» o crees que todo pueblo tiene derecho a beneficiarse del turismo, incluso si eso significa compartir su playa con los de la Meseta? ¡Déjanos tus pensamientos y no te olvides de traer pipas para la próxima vez que visites Mera!

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