Otro cambio de “director del director del director”, porque uno no puede dirigir solo

agosto 5, 2025
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¿Quién dirige al que dirige al que dirige? La Moncloa, en su laberinto jerárquico eterno

Otro cambio de “director del director del director”, porque uno no puede dirigir solo. El Gobierno actualiza su organigrama como si fuera una playlist de reguetón: mucho ritmo, poca coherencia.


En pleno agosto, ese mes sagrado para el descanso, las chanclas y el gazpacho recalentado en la nevera, el Gobierno de España, con su habitual sentido del timing, ha decidido que es un buen momento para cambiar, por segunda vez en menos de un año, al “Director del Gabinete del Director del Gabinete” del presidente. Sí, ese cargo existe. No, no es una broma. Bueno, lo parece, pero no lo es.

Y así, entre mojitos, decretazos y ceses encubiertos bajo el olor a protector solar, Jorge Pérez Naharro sustituye a Ana Ruipérez, que a su vez sustituyó a otro, que sustituyó a otro, que… bueno, ya pillas la idea. Todo muy orgánico, como el kale, pero sin vitaminas.


Un cargo que nadie entiende, pero todos queremos

Antes de que intentes comprender en qué consiste el puesto de Director del Gabinete del Director del Gabinete, te recomendamos que respires hondo y no lo pienses demasiado. Es como mirar directamente al sol: puedes intentarlo, pero acabarás confundido y con dolor de cabeza.

Este puesto es algo así como ser el copiloto del copiloto del conductor. No conduces, pero estás en el coche. Y si el conductor estornuda, tú le pasas un kleenex al que se lo pasa al otro. Jerarquía pura, como en la corte de Luis XIV, pero con menos pelucas y más correos electrónicos reenviados con “FW:” en el asunto.

Pérez Naharro no es nuevo en esto de estar cerca del poder sin que nadie sepa exactamente qué hace. De hecho, hasta hace nada era “Asesor de la Dirección Adjunta del Gabinete de Presidencia”, que viene siendo como ser el vice-suplente del asistente del técnico de sonido en un rodaje que nunca se emite. Pero oye, todo trabajo honesto merece respeto, y más si te lo nombra el BOE con mayúsculas.


Ana Ruipérez, de directora de algo que dirigía otra cosa a directora de otra cosa aún menos clara

Ana Ruipérez, su predecesora, tampoco se va a casa sin nada. Nada de eso. Como si esto fuera una especie de Monopoly institucional, ahora se encargará de la Secretaría General de Relaciones Institucionales y Ciudadanía, un organismo de nombre tan largo como impreciso, creado para rellenar el vacío de poder que dejó Francisco Salazar, quien decidió dimitir tras ciertas acusaciones de “comportamientos inadecuados” (traducción: mejor no preguntar).

¿Las funciones exactas de esa Secretaría? Buena pregunta. Según el BOE, probablemente algo que suena a “coordinar sin interferir”, “representar sin opinar” y “gestionar sin molestar”. Básicamente, lo que muchos llaman “trabajo político”.


La gran familia de asesores: más que en una boda gitana

Lo verdaderamente impresionante no es tanto el cargo como el contexto: con esta designación, el Gobierno de Pedro Sánchez alcanza su cifra más alta de asesores y altos cargos nombrados a dedo. Sí, más que en un capítulo de “Juego de Tronos”. Solo que aquí nadie muere, solo se recoloca.

Este fenómeno ha despertado las suspicacias de la oposición (¡sorpresa!), que ha comenzado a contar asesores como si fueran cromos del álbum del Mundial. Y mientras tanto, el ciudadano medio intenta recordar en qué momento el BOE dejó de parecer un boletín oficial y empezó a parecer un organigrama de empresa tecnológica con nombres tan abstractos que parecen generados por IA.


La tradición de nombrar nombres para que otros nombren otros nombres

Que no se diga que esto es nuevo. No, señor. El cargo de “Director del Gabinete del Director del Gabinete” existe al menos desde 2005, y lo tuvo hasta el Gobierno de Mariano Rajoy. Así que no, no es una ocurrencia reciente ni una extravagancia progresista. Es una de esas tradiciones políticas que nadie entiende pero todos respetan, como aplaudir en el Congreso aunque nadie esté muy seguro de por qué.

Lo que sí ha cambiado es la velocidad con la que rotan estos puestos. Antes te nombraban para algo y te podías comprar un calendario de mesa. Ahora, si te llega el nombramiento, mejor no plastificar la tarjeta de visita todavía.


El BOE, ese documento que te puede arruinar el verano

La publicación de este nombramiento en pleno parón estival no es casual. Agosto es ese mes donde solo se leen titulares con una ceja levantada y medio cerebro funcionando. Es el momento perfecto para colocar decisiones que, en otro momento, levantarían más revuelo que una paella con chorizo.

Pero no. Aquí estamos. 5 de agosto. 40 grados en la sombra. Y tú enterándote de que alguien ha sido nombrado para un cargo que nadie pidió y que probablemente nadie recordará en septiembre.


¿Quién es Jorge Pérez Naharro? ¿Y por qué no lo sabemos?

Si ahora mismo estás buscando en Google “Jorge Pérez Naharro”, tranquilo: no eres el único. Su currículum incluye varios cargos como asesor parlamentario en las Cortes Generales, además de su reciente paso por el Gabinete de Presidencia. Una trayectoria que huele a pasillos, cafés de máquina y muchas reuniones donde no se decide nada, pero todos asienten.

Pero aquí está ahora, como número dos del Gabinete que dirige Diego Rubio, que a su vez responde ante Pedro Sánchez, que a su vez responde ante… bueno, ante Pedro Sánchez, mayormente.


¿Y ahora qué?

Con este nuevo fichaje, la maquinaria administrativa sigue girando. El Consejo de Ministros aprueba, el BOE publica, y el común de los mortales bosteza mientras sigue con su vida. Hasta que el próximo cambio nos despierte, en otro agosto, con otro titular que parece broma pero es real.

Al final, como diría aquel: el poder no descansa, pero a veces sí se toma vacaciones con aire acondicionado.


¿Hace falta todo esto? ¿O nos estamos complicando porque podemos?

Vivimos en una época donde la política se ha convertido en una especie de reality show lento, donde los personajes entran y salen sin explicación, los títulos suenan a ciencia ficción y lo que de verdad importa (educación, sanidad, vivienda…) queda sepultado bajo capas y capas de burocracia creativa.

Pero bueno, ¿quién necesita respuestas claras cuando tienes un Director del Gabinete del Director del Gabinete que, a su vez, depende de un gabinete mayor donde cada silla tiene su propio portavoz?

¿Y tú qué opinas? ¿Es todo esto una muestra de eficiencia institucional o simplemente una excusa muy cara para que nadie se quede sin despacho?

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