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Trasmoz, el único pueblo oficialmente maldito y excomulgado de España, es la prueba viviente de que a veces es mejor hacer pactos con brujas que con curas. ¿Cómo llegó a ser el centro de la brujería y el chisme monástico? Aquí te lo contamos con pelos y señales (sin mencionar a los gatos negros).
Introducción: ¿Cómo pasas de ser un pueblo tranquilo a un infierno oficial?
Trasmoz es ese pequeño lugar que está en todas las conversaciones paranormales, pero si te das un paseo por sus calles, lo primero que te preguntarán es: «¿Vienes a ver las brujas?». Así es, este encantador pueblo zaragozano tiene una reputación que ni Hogwarts. Olvídate de los clichés turísticos normales: aquí lo que se ofrece es la posibilidad de caminar por un lugar que fue maldecido por la Iglesia y excomulgado por el mismísimo Papa Julio II.
Pero ¿cómo llega un pueblo entero a ser maldito? Todo empieza, como en cualquier buena historia medieval, con un pleito territorial. Resulta que el monasterio vecino de Veruela, que controlaba casi todo a su alrededor (como cualquier buen monopolio de la época), no logró meter a Trasmoz en su red de vasallaje. Así que los monjes empezaron a esparcir el rumor de que en el castillo del pueblo se llevaban a cabo aquelarres y falsificaciones de moneda, lo que hacía del lugar algo tan atractivo como una oferta de Black Friday en una tienda de esoterismo
La jugada maestra: «Brujas, aquí no vais a poner tienda»
Si Trasmoz hubiera tenido un community manager en la Edad Media, su hashtag principal sería #BrujasWelcome. Según las leyendas, las brujas y hechiceras del lugar se reunían en el castillo para hacer de las suyas: pócimas, invocaciones y quizás alguna que otra partida de cartas. Claro, los vecinos del monasterio no estaban muy felices con este ambiente tan «liberal», así que decidieron ponerse manos a la obra. ¿Qué hicieron? ¡Excomulgar a todo el pueblo! Porque, claro, si no puedes ganar, maldice. El Papa Julio II dio su bendición (o maldición, en este caso) en 1511 y lanzó un encantamiento que básicamente decía: «De aquí no sale ni una Ave María»
Lo mejor de todo es que hasta el día de hoy nadie ha levantado esa excomunión, así que si vas a Trasmoz, no esperes encontrar una iglesia abierta ni agua bendita en la fuente del pueblo. Aquí la gente vive bajo la sombra de esa maldición y lo han convertido en su principal atractivo. ¡Toma esa, turismo rural!
La guerra del agua y el salmo maldito
Ahora, no vayas a pensar que todo fue culpa de las brujas. El agua, como en casi todos los conflictos importantes de la historia, tuvo algo que ver. Los monjes de Veruela, con sus túnicas y sus ansias de poder, decidieron que el agua de Trasmoz estaba mejor desviada hacia sus tierras. Claro, los vecinos de Trasmoz no se lo tomaron muy bien, y el noble local, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, decidió resolver el problema al estilo medieval: con espadas y más espadas
En respuesta, los monjes aprovecharon la disputa para maldecir el pueblo entero, cantando un salmo que decía algo así como: «Con Dios aplastaremos a nuestros enemigos». Imagínate el dramón: los monjes cantando y los aldeanos maldiciendo. ¡Es casi como un episodio de «Juego de Tronos», pero con sotanas!
El marketing maldito: Trasmoz hoy
¿Y qué haces cuando tu pueblo está maldito por la Iglesia? ¡Sacarle provecho, claro! En la actualidad, Trasmoz ha abrazado su fama de «pueblo maldito» y lo usa como gancho turístico. El lugar celebra un festival de brujería cada año, donde todo tipo de «entendidos» en hechizos y pócimas se reúnen para rendir homenaje a su herencia mágica. Porque si no puedes vencer al Papa, al menos organiza una buena fiesta de Halloween.
El castillo sigue en pie, aunque algo deteriorado (probablemente de tanto conjuro), y es una de las principales atracciones. Y es que aquí no solo tienes brujas, sino también leyendas de tesoros ocultos y alguna que otra historia de fantasmas. Vamos, que no te faltarán motivos para sentir que algo te observa mientras recorres sus callejones.
Conclusión: ¿Te atreverías a visitarlo?
Trasmoz es ese lugar perfecto para los amantes del misterio, la historia y, por qué no, de las maldiciones papales. ¿Te atreverías a pasar una noche en el único pueblo maldito de España? Asegúrate de llevar una vela negra por si acaso y, si ves a alguien lanzando cuchillos desde el castillo, corre. O mejor, únete a la fiesta, porque en Trasmoz la brujería es sinónimo de diversión.
¿Qué opinas? ¿Te animarías a visitar este pintoresco pueblo o te quedarías en casa con la Biblia bajo el brazo? ¡Déjanos tu comentario y atrévete a caminar por donde las brujas hacen historia!