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¿Colocar imanes de la Torre Eiffel en tu nevera puede acabar en un desastre? Te explicamos por qué pegar tus recuerdos sobre ese electrodoméstico podría ser una decisión peligrosa (o no tanto).
¡Ay, los imanes de nevera! Esos pequeños trozos de nostalgia que nos traemos de cada rincón del mundo, como si fueran trofeos de una conquista turística. ¿Quién no ha vuelto de París con un imán en forma de Torre Eiffel? ¿O de Roma con un Coliseo en miniatura? No sólo cumplen la misión de recordarnos que una vez fuimos felices y despreocupados en vacaciones, sino que también decoran nuestras neveras con un toque internacional. Pero, ¿te has preguntado alguna vez si estos imanes podrían estar conspirando en secreto para destruir tu frigorífico y arruinar tus provisiones? ¡Spoiler alert!: no es para tanto, pero aquí te contamos la verdad.
El mito magnético: ¿están los imanes complotando contra tu comida?
Hay una leyenda urbana que corre por ahí, transmitida de generación en generación, de que colocar imanes en la nevera podría hacer que tu factura de la luz suba más que un cohete de la NASA. Todo porque esos pequeños trozos de metal estarían creando un campo electromagnético que afecta el funcionamiento del refrigerador. Vamos, como si la Torre Eiffel de 5 cm tuviera poderes para desestabilizar la tecnología moderna. Pero, como diría un buen amigo escéptico: «¡Patrañas!».
Endesa, una de esas compañías eléctricas que de vez en cuando se ponen de nuestro lado (cuando no nos hacen llorar con la factura), ha salido a desmentir el bulo: “Los imanes no son lo suficientemente potentes para atravesar la puerta de la nevera”, afirman. Y lo dicen con la misma contundencia que uno le dice a su abuela que la ensaladilla rusa está rica, pero ya hemos comido.
Vamos, que esos imanes no son los culpables de que tu frigorífico parezca un agujero negro de electricidad. La verdadera culpa de que suba tu consumo eléctrico la tiene tu afición a abrir la puerta cada cinco minutos para ver si ya hay algo nuevo dentro (spoiler: sigue siendo el tupper de la semana pasada).
¡Tranquilos, tus croquetas están a salvo!
Otro de los mitos que circula por los oscuros pasillos de la cultura popular es que los imanes pueden alterar la calidad de los alimentos dentro de la nevera. Se dice que si acumulas demasiados imanes en la puerta, el campo magnético creado puede acelerar la descomposición de los productos, como si el imán en forma de cangrejo que te compraste en Benidorm tuviera poderes especiales para fastidiarte las croquetas de tu madre.
Pero una vez más, la ciencia, siempre aguafiestas, ha llegado a desmentir este mito. La realidad es que los imanes no tienen ninguna influencia en la calidad de conservación de los alimentos. Las croquetas, las albóndigas y ese yogur olvidado seguirán durando lo mismo, independientemente de cuántos imanes tengas pegados en la puerta. Así que, si tus verduras se están poniendo mustias antes de tiempo, no culpes al imán de la Sagrada Familia, mejor revisa la fecha de caducidad.
El único problema real: el cierre de la puerta y rayaduras no deseadas
Aunque los imanes no van a descomponer tus alimentos ni a inflar tu factura eléctrica, hay otros problemas que sí pueden surgir. Imagina esto: vuelves del súper cargado de provisiones y te dispones a colocar el cartón de leche en la nevera. Cierras la puerta con toda la confianza del mundo, pero un segundo después escuchas un “clac” y ahí está, la puerta se ha vuelto a abrir como quien te dice “lo siento, no puedo hacer esto”.
Este tipo de problemas surgen cuando la puerta de la nevera no cierra correctamente debido a un exceso de imanes. Es cierto que, si te pasas y acabas con una puerta más decorada que un árbol de Navidad, puede que el peso y el mal posicionamiento de los imanes impida que el sello de la puerta funcione bien. Y claro, si la puerta no cierra como es debido, adivina qué: tu nevera va a empezar a trabajar horas extra para enfriar el aire caliente que entra. Y eso sí se traduce en más consumo energético.
Y no olvidemos que algunos imanes, especialmente los más fuertes, pueden rayar la superficie de la nevera. Si eres de los que disfrutan recolocando sus imanes cada vez que ven uno nuevo, podrías acabar con una nevera llena de pequeños arañazos que podrían hacer que tu flamante electrodoméstico parezca un coche después de una carrera de autos locos.
¿Y los frigoríficos modernos? ¡Cuidado con esos paneles táctiles!
Por último, una advertencia seria para aquellos que han actualizado su cocina a las últimas tecnologías: si tu frigorífico es de esos que parecen salidos de una película de ciencia ficción, con pantallas táctiles y conexión a internet, olvídate de poner imanes en él. Los modelos más modernos pueden ser sensibles a estos elementos, ya que los imanes podrían interferir con los sensores o dañar los delicados circuitos que hacen que tu nevera sea capaz de decirte qué falta en la compra sin que tengas que abrirla.
Así que, si tienes un frigorífico que parece más inteligente que tú, lo mejor es que los imanes de souvenirs los dejes en el cajón o los coloques en una pizarra magnética, que para algo existen.
En resumen, a menos que tu frigorífico sea una obra maestra tecnológica, puedes seguir decorándolo con todos esos recuerdos de tus viajes sin miedo a que se convierta en una especie de monstruo devorador de electricidad. Solo recuerda no pasarte con el peso de los imanes y asegurarte de que la puerta cierra bien, o podrías acabar gastando más en electricidad que en el propio viaje. Así que ya sabes, la próxima vez que viajes, compra otro imán, pero úsalo con cabeza.
Y tú, ¿eres de los que decoran la nevera con mil imanes o te da miedo estropearla? ¡Cuéntanos tu experiencia y comparte tu colección más extravagante!