El desbloqueo sobre la situación de la Casa del Relojero, que ya aparece mencionada en el ‘Llibre de murs e valls’ del siglo XVII, se produjo hace dos años tras ceder tanto el Ayuntamiento como la Conselleria de Cultura en sus pretensiones, ya que esta última quería edificar en el solar anexo donde en su día se ubicó un local efímero sobre la exposición ‘La luz de las imágenes’.
La situación de degradación había llegado a tal punto que incluso el Consistorio tuvo que realizar a finales de 2013 una actuación de urgencia para apuntalar el inmueble, con un coste de 35.000 euros para limpiar la vegetación existente en la cubierta, colocar una barandilla de protección, retirar escombros de los balcones y apuntalar los forjados, entre otras actuaciones.
Con una pasión relativa, Valencia está debatiendo en los últimos meses si se debe preservar de la ruina, o no, la denominada Casa del Relojero, un edificio municipal que ha quedado solitario, y en precario, en un solar con fachada a la calle del Miguelete que muchos quieren ver convertido en plaza. Pero antes de la decisión, o al mismo tiempo, sería bueno que se recordara, y también se lamentara, que si hubo un relojero con casa es porque antes hubo un reloj. Fue el reloj oficial de la ciudad, que funcionó al pie del Micalet durante cinco siglos y medio. Hasta que fue vendido como chatarra en los años sesenta.
Valencia fue la primera ciudad de España en tener un cronógrafo público, que se trajo de Alemania en 1378
Valencia puede defender que fue la primera ciudad española en tener un reloj público para marcar la hora general, digamos oficial, que ordenaba el trabajo de los gremios, el relevo de los soldados, el momento de las oraciones. la vida entera de la ciudad. En el año 1378, un relojero alemán trajo a Valencia un primer reloj público, de esfera de 24 horas, que se ubicó en el primer campanario de la Catedral, en la calle de la Barchilla.
Más tarde, en 1403, en la Casa de la Ciudad -ubicada en el jardín situado junto a la Generalitat-se habría de instalar una campana, atendida por dos empleados, que dio nombre a la calle ‘Reloj Viejo’. Pero en 1418, el Cabildo de la Catedral, el Concejo de la Ciudad y la Junta de Murs y Valls, organismo encargado de las infraestructuras públicas, pactaron que la gran torre nueva que se construía para la Catedral, el Micalet actual, tuviera en lo más alto una gran campana, gobernada por reloj, que ordenara la vida de la ciudad y se oyera en la huerta e incluso el mar.
La obra del Micalet se terminó en 1425. Al año siguiente, Robert de Melines, otro técnico de origen alemán pero en este caso vecino ya de Valencia, instaló una maquinaria con esfera pintada que señalaba también las fases de la Luna. El reloj trabajó sin dar problemas más de dos siglos y medio, hasta que fue jubilado por puro desgaste, y sustituido por otro, en 1689. En cuanto a la campana, fue bautizada en 1418, en el día de San Miguel, santo que le dio el nombre de Micalet. A causa de quiebras y accidentes, fue renovada varias veces hasta que, en 1519, cayó a la calle cuando se le incendió todo el artificio de madera que la sustentaba.
El edificio tuvo sentido porque allí vivían los encargados de cuidar el reloj de la ciudad, situado al pie del Micalet
La campana que hoy conocemos, aunque ha sufrido reparaciones serias al menos en tres ocasiones más, nació en 1521 de los pedazos de la que se vino al suelo dos años antes. Eso quiere decir que pronto cumplirá seis siglos de vida. En cuanto a los relojeros, fueron los dos profesionales que, por mandato municipal, hicieron sonar las campanas cuando no había mecanismo disponible y se ocuparon después del buen funcionamiento de una máquina a la que se accedía desde fuera de la Catedral, por la calle que hoy llamamos del Micalet pero primero se llamó del ‘Campanar Nou’ y más tarde ‘del Rellotge’.
Los campaneros de la Catedral vivían en la segunda planta de la torre del Micalet y podían hacer toques desde su vivienda. Los relojeros, para los que se construyó una casa especial enfrente mismo de la torre, solo tenían que cruzar la calle y entrar por un portillo a las dependencias del reloj. En el siglo XVII, el ‘Llibre de Murs e Valls’ ya nombra la casa porque dependía de esa institución. Los técnicos se ocupaban de dar cuerda y mantener la máquina horaria, ubicada en un recinto cúbico especial, cubierto con tejadillo y sustentado por apeos, adherido a la torre del Micalet. Una esfera con gruesas saetas hacía visible la hora oficial desde la calle.
El reloj original fue jubilado en 1689, tras dos siglos y medio
El reloj ni la caseta fueron destruidos por el Cabildo, ya que no eran sus propietarios. El desmontaje del reloj y la desaparición de la caseta fueron obra del Ayuntamiento de Valencia, su titular, al tratarse del reloj público de la ciudad. Es cierto que ni en los archivos ni en los almacenes municipales consta la existencia ni la ubicación del reloj, que probablemente fue vendido como chatarra. Debe destacarse el tamaño de las ruedas de la sonería, necesarias para mover la gran maza que percute al Micalet, la gran campana de las horas. (Francesc LLOP i BAYO – 04-05-2015)
1378. Ese fue el año en el que un relojero alemán trajo el primero público
Durante seis siglos, reloj y campana dirigieron el ciclo del trabajo, el descanso, la diversión y la religiosidad de los valencianos. El último relojero del que hay constancia que cuidara la maquinaria del reloj del Micalet fue Juan Bautista Carbonell, un profesional con tienda abierta en la Bajada de San Francisco; un gran experto que vendía en su comercio un reloj despertador, con su apellido como marca, popularmente conocido como «Cudolet», del que quedan ejemplares en cientos de casas valencianas.
Lo que el señor Carbonell no pudo evitar es que el Cabildo de la Catedral decidiera derribar el reloj del Micalet, al final de los años sesenta, cuando desaparecieron también las Casas de los Canónigos adosadas a la Catedral misma. Aunque algunos amantes de las cosas antiguas se ocuparon del caso, ni la esfera ni la histórica maquinaria del reloj público, instalada en 1684, fueron localizadas. Todo indica que fueron vendidas para chatarra y se perdieron, como tantas cosas, gracias a una insensibilidad que ahora lamentamos.
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PUCHE, F. P. – Antes que la Casa del Relojero, Valencia perdió el Reloj (campaners.com)