Le hemos preguntado a la inteligencia artificial ¿Qué pasaría si Pedro Sánchez y su Ejecutivo gobernaran en tiempos de mafiosos y charlestón?
La España de la XV Legislatura reimaginada en la era del jazz, el glamour y… el crimen organizado.
Imagina, si puedes, un mundo donde Pedro Sánchez no se mueve en coches oficiales de alta seguridad, sino en lujosos coches Packard con capota bajada, escoltado por matones con sombreros fedora. En lugar de debates parlamentarios, las reuniones del Ejecutivo tienen lugar en oscuros bares clandestinos, con copas de whisky en mano y la banda sonora del charlestón resonando de fondo. Sí, estamos hablando de trasladar al Gobierno de la XV Legislatura a los Felices Años 20, una época donde los flappers dominaban las pistas de baile, el jazz hacía vibrar las almas y, cómo no, las mafias gobernaban las calles.
Pero claro, un Gobierno así no puede evitar mezclarse en negocios turbios, mientras cada ministro intenta sobrevivir en una época donde la ley era más una sugerencia que una realidad. Aquí te contamos cómo sería el gabinete de Pedro Sánchez si hubieran gobernado durante la época dorada del contrabando y la corrupción desenfrenada.
Pedro Sánchez: El Capo di tutti capi del Gobierno
Al frente del clan político, tenemos a Pedro Sánchez, el líder carismático que, en lugar de presidir el Congreso, dirige desde las sombras una especie de sindicato político-mafioso. Con un aire de Al Capone español, Pedro no negocia con las Cortes Generales, sino con otros «jefes» de los territorios controlados por los partidos políticos rivales. Bajo su control, el PSOE no es solo un partido, es un imperio con tentáculos en los negocios más lucrativos, desde el contrabando de licor hasta los casinos clandestinos.
Sánchez no necesita usar la fuerza, su mayor poder está en su capacidad para manipular las alianzas más inverosímiles. ¿Trato con los nacionalistas vascos y catalanes? ¡Por supuesto! Todo en nombre de la «unidad», aunque en esta versión años 20, esa unidad se sella más con apretón de manos y un fajo de billetes que con votos.
María Jesús Montero: La Contadora del Imperio
María Jesús Montero, en su papel de ministra de Hacienda, se transforma en la contadora del clan. Mientras en el mundo real se enfrenta a presupuestos y la inflación, en los Felices Años 20 su mayor preocupación sería cuadrar las cuentas del «negocio familiar». En vez de fondos europeos, Montero estaría más ocupada asegurándose de que los ingresos del contrabando fluyan sin interrupciones y que las «donaciones» al gobierno de otros grupos mafiosos se repartan equitativamente. En su despacho clandestino, entre montones de dinero mal contado, María Jesús sería la encargada de ocultar cualquier evidencia que vincule al gobierno con actividades ilegales.
Yolanda Díaz: La sindicalista que maneja los garitos clandestinos
Yolanda Díaz, normalmente reconocida por su labor en defensa de los derechos de los trabajadores, en esta versión años 20 sería la que se encargaría de supervisar las operaciones de los bares clandestinos y casas de apuestas ilegales. Bajo el disfraz de «ministra de Trabajo y Economía Social», Díaz estaría organizando huelgas… o mejor dicho, asegurándose de que los trabajadores ilegales que controlan los garitos bajo el gobierno obtengan su parte justa (y que no hablen demasiado de los tejemanejes de los ministros).
Pero claro, en estos años 20 alternativos, Díaz no negociaría convenios colectivos; más bien, usaría su inteligencia para manejar a los capos locales y así asegurar que las ganancias lleguen al lugar correcto.
Teresa Ribera: El control de los «recursos» en tiempos de crisis
Teresa Ribera, a cargo de la Transición Ecológica en el presente, en esta fantasía años 20 sería la responsable de controlar el suministro clandestino de licor, haciendo las veces de contrabandista de lujo. No es fácil asegurar el transporte seguro de toneladas de licor a través de las fronteras (especialmente cuando las autoridades, ya corrompidas, exigen su parte). Como la «ministra de los recursos escasos», Ribera garantizaría que los suministros necesarios para el negocio -desde el alcohol hasta el carbón para las calderas de las fábricas ilegales- lleguen sin inconvenientes a los locales más lujosos y exclusivos.
José Manuel Albares: Diplomacia o juego sucio, depende del día
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en lugar de gestionar relaciones internacionales como haría en la vida real, se encontraría cerrando tratos con mafias de otros países. Su habilidad para tejer alianzas no sería solo una cuestión diplomática, sino de supervivencia. Con su maletín en mano, Albares viajaría a reuniones secretas con otros capos europeos, negociando el contrabando de bienes prohibidos y asegurándose de que los barcos con cargamentos de alcohol o tabaco lleguen sanos y salvos desde otros continentes.
Margarita Robles: La protectora del «negocio familiar»
¿Y qué sería de este clan político sin alguien que garantizara la seguridad? Ahí entra Margarita Robles, ministra de Defensa y, en esta versión mafiosa, la encargada de manejar las «fuerzas de protección». Robles comandaría un pequeño ejército privado que no solo defiende las sedes clandestinas del gobierno, sino que también se asegura de que ningún rival del Gobierno/mafia intente tomar el control del negocio. Claro, todo con una mano firme y un código de honor que sólo los grandes líderes militares pueden entender.
Fernando Grande-Marlaska: El encargado de limpiar los rastros
Finalmente, no podemos olvidarnos del papel crucial de Fernando Grande-Marlaska, el ministro del Interior, que en este escenario sería algo más parecido a un «limpiador» del gobierno. Si alguien se atreve a desafiar al clan Sánchez, Grande-Marlaska está ahí para solucionar cualquier «inconveniente». En vez de lidiar con cuestiones de seguridad nacional, él se ocuparía de garantizar que ningún competidor o traidor viva lo suficiente como para poner en peligro al Gobierno… o que cualquier juez que intente investigar demasiado termine con un «accidente» oportuno.
El resto del Gabinete: Secuaces y colaboradores en la sombra
El resto del gabinete sigue una línea similar. Desde Óscar Puente, ministro de Transportes, quien en esta fantasía años 20 estaría a cargo de los convoys clandestinos que transportan bienes de un lado al otro del país, hasta Mónica García, que manejaría un servicio de salud muy particular, garantizando que cualquier miembro herido del «negocio» reciba tratamiento lejos del ojo público.
Reflexión final: El glamour de los años 20 con tintes oscuros
En este escenario, la XV Legislatura se convierte en un ejemplo de cómo un gobierno moderno podría adaptarse (y prosperar) en un entorno donde las reglas son flexibles y el poder se disputa en las sombras. Claro, es una ficción, pero no es difícil imaginar cómo algunos de los rasgos políticos actuales podrían encajar en una época tan convulsa como los Felices Años 20.
¿Sería este un gobierno más efectivo que el actual? ¿O estaríamos ante una debacle mayor, con ministros enfrentados entre sí por controlar el botín? La única certeza es que, en este mundo alternativo, el jazz sonaría alto, pero los secretos y la traición acecharían en cada esquina.
¿Qué crees? ¿Sobreviviría este gobierno en los tiempos del charlestón, o sería otra víctima más del crimen y la corrupción?